música

El Elefante de piedra y el Piano de cola

Estos días he recordado el relato que escribí Viaje a la luna , en donde planteo una fantasiosa distopía en la que la música nos es robada por unos actuales y virtuales hombres grises  y sin ser lo mismo, lo comparo con la presencia de un virus, que ha sido capaz de poner patas arriba un sector del que vive mucha gente y que supone un valor añadido para un país. Después de todo que sentido tiene la vida, sin poder disfrutar de una buena canción y como todos somos capaces de recordar pasajes de nuestra vida por ese hilo mental que conecta unos acordes con unos recuerdos.

El Elefante de piedra

En febrero, tuve  mi último acto colectivo de amor y disfrute sonoro, acudiendo a un concierto de un grupo del que hasta ese momento no tenia mucha información, salvo la que proporcionaba su  atrayente nombre, que lo encadenaba con otro grupo Stone Roses. El evento tuvo lugar en la sala Las Armas, y he de decir que todos los que nos encontrábamos  allí incluidos mi hermano y un amigo, pudimos disfrutar de un gran concierto, dónde la psicodelia tomaba mayor relevancia en los sonidos del Sitar que su líder manejaba con gran destreza, como si se tratase de un Jimi page o un Paco de Lucia de este exótico y espectacular instrumento de cuerda.

Concluido el concierto y como consecuencia de la generosidad de la sala, que había hecho una promoción de la misma haciendo gratis el evento opte por comprar el vinilo y tener  así en formato físico, una huella vinílica, de ese estado de exaltación casi místico proporcionado por el grupo. 

 

 

 

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Elephant Stone es un grupo psicodélico canadiense liderado por Rishi Dhir, cantante, compositor y multinstrumentista, gustoso de los sonidos lisérgicos, melódicos, de la parte final de los años 60, seguir leyendo en la pagina de Aloha Criticon

 

La nada empezó a extenderse por las Salas de Conciertos…

Y llego el maldito virus y todo salto por los aires y  centrándome en el sector de la Música, dónde se ha echado de menos la falta de iniciativas de los gobernantes, con soluciones como la ofrecida por algunos valientes como  El Bosque Sonoro  : enclavado en un pequeño pueblo con nombre sonoro Mozota , esta aldea maña, situada cerca de Zaragoza, dónde viven tres apasionados de la música y que fueron capaces de proporcionar el elixir de su marmita  al propio Ayuntamiento, a los habitantes y voluntarios, contagiándoles esas ganas de salvar un sector que se encontraba ya bastante lacerado y maltratado. Así con empeño y tesón,  convirtieron  un claro en el bosque en un lugar mágico, en dónde poder disfrutar de la música con un control cuidadísimo de las medidas anticovid. 

 

 

 

El Piano de cola

Por fin tuve oportunidad recientemente, de disfrutar de un pequeño concierto en el Centro Cívico Universidad de Zaragoza, en dónde doy fe que se cumplían con todas las medidas de distancia, uso de mascarilla, toma de temperatura y uso de hidrogel, y que me permitió poder saborear un concierto al piano de Alejandro Pelayo al que solo había conocido en su vertiente de ser la otra mitad del grupo Marlango.

El concierto duro poco más de una hora, sin posibilidad de bises, dado el estado excepcional en que nos encontramos, pero con todo, supuso un chute de felicidad sonora provocada por las bellas composiciones que nos regalo Alejandro que se encontraba acompañado  por otro prestidigitador musical, que desde su portátil y una misteriosa caja de mezclas, era capaz de adornar  el elegante piano de cola, con sonidos más electrónicos y envolventes.

Tras terminar el concierto y llevado por mi natural incontinencia urinaria, que me llevo a perderme en la búsqueda del santo urinario,  que hizo que casi me perdiese la posibilidad de conocer al pianista y poder comprar y que me firmase su último disco, así cómo poder comentar con él mi desconocimiento absoluto de su vertiente en solitario y de cómo tuve la oportunidad de verle en directo, con su compañera de impronunciable apellido.

Fue en Logroño hace un par de años, dónde el recordó el frio que pasamos en aquella mágica velada de una noche de septiembre, que tuvo lugar en un extraño y descontextualizado Museo, situado en un polígono industrial, pero que merece la pena ser visitado.

 

Todo surgió de un descubrimiento, de conocer que el Centro Cívico Universidad contaba en su equipamiento con un piano acústico que, tristemente, estaba infrautilizado. A partir de entonces, el equipo de Born! Music empezó a darle vueltas a la idea de programar algo ahí. Así, en plena pandemia, nace la primera edición del festival «Piano piano». La intención es acercarse al piano desde una perspectiva contemporánea y para un público generalista.

 

 

 

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El músico cántabro conocido por su faceta de compositor, pianista y productor del grupo Marlango lleva toda su vida ligado a la composición.

Comenzó a estudiar piano desde muy niño y posteriormente realizó estudios superiores primero en Madrid y más tarde, en la prestigiosa escuela neoyorquina, The Juilliard School. Instalado en Madrid desde el año 2000 inicia sus su formación en Composición y Dirección de Orquesta, al mismo tiempo que arranca su colaboración con la actriz y cantante Leonor Watling con la que ha publicado hasta la fecha seis discos.
En paralelo ha realizado numerosas incursiones como compositor en el mundo de la publicidad, en el cine y el teatro. Suyas son las bandas sonoras de La curva de la felicidad, dirigida por Manuel Poirier, y Hablar, de Joaquín Oristrell.

 

 

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